El Gobierno busca apoyo en contante y sonante para levantar los controles cambiarios pero aparecen las primeras diferencias junto con la necesidad de ofrecer garantías del equilibrio fiscal ante la presión política sobre las cuentas públicas
La directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, saluda al Presidente Javier Milei, la semana pasada, en Italia. REUTERS/Louisa Gouliamaki
La publicación ayer del staff report del Fondo Monetario, en el que el organismo consideró el programa aplicado como “firmemente encaminado” fue, en la práctica, el cierre de una etapa y de un acuerdo en el que, por primera vez desde que se firmó hace más de dos años, las metas se cumplieron al pie de la letra. Curiosamente, no está claro que eso pudiera repetirse en septiembre, cuando deberían aprobarse las metas del segundo trimestre de este año entre las que se cuenta la eliminación del “dólar blend”. El Gobierno dejó en claro que eso no ocurrirá a fin de mes como en principio estaba comprometido y, en la práctica, eso dejará de importar.
Para esa fecha, se asume, la Argentina contará con un nuevo acuerdo con el Fondo, en el que la eliminación del “esquema preferencial de tipo de cambio para los exportadores” según la definición del FMI del régimen 80/20 para la liquidación de divisas, será una anécdota. Es que en ese acuerdo, el objetivo central será la eliminación de todas las distorsiones del mercado cambiario. En otras palabras, el levantamiento del cepo o, también, la unificación del dólar será el corazón del nuevo entendimiento en el que existen dos obstáculos complejos de sortear, incluso para este Gobierno, mucho más alineado con los objetivo de mediano y largo plazo que exige el FMI aunque no tanto con sus métodos.