El documental de un argentino que puede llegar al Oscar y retrata la vida de los habitantes de un lago que se secó

Gastón Zilberman, junto al norteamericano Michael Salama, produjeron “Qotzuñi: Gente del Lago”, un cortometraje sobre la comunidad Uru, que vivía a orillas del lago Poopó, que en 2016 se terminó de secar por completo. El trabajo ganó el premio DOC NYC, el más importante para documentales en los Estados Unidos, y eso lo hizo elegible para la Academia de Hollywood

Qotzuñi, Gente del Lago, el corto documental de Gastón Zilberman y Michael Salama sobre la tragedia ambiental del Lago Poopó que ganó el Gran Premio del Jurado en el DOCNYC

Rufino Choque tiene el rostro cruzado por los hachazos del viento y el polvo del altiplano boliviano. Habla bajito y su mejilla se infla mientras anida la ración de hojas de coca que masca para soportar la altura. Sus ojos penetran en los kilómetros de tierra plana que se extienden desde su pueblo, Puñaca Tinta María, que supo albergar 80 familias y hoy solo habitan siete personas. Allí, donde podía reflejar su cara en las aguas del lago Poopó, sólo hay vacío: cáscaras de antiguos botes, cadáveres de aves. Sus palabras son secas y enormes como el entorno: “El lago era nuestra madre y nuestro padre, nuestro hogar. Ahora somos huérfanos”

La comunidad Uru, a la que pertenece Choque, vivió durante generaciones en perfecta simbiosis con este lago, que desapareció ante sus ojos en el pequeño lapso entre el año 2000 y el 2016. La transformación de su vida, de cazadores y pescadores a artesanos, su lenta extinción, se traduce en el nombre que ellos mismos se dieron en quechua: Qotzuñi, Gente del Lago en español. Si nadie supiera que el espejo de agua que nacía a metros del caserío ocupaba siete veces la superficie de la ciudad de La Paz, pensaría que es una broma.

Todo eso sucede en el cortometraje documental que lleva precisamente ese nombre, Qotzuñi: Gente del Lago, dirigido por el argentino Gastón Zilberman y el norteamericano e hijo de argentinos Michael Salama. En 20 minutos narra esa historia de resistencia y pérdida. El corto obtuvo el Gran Premio del Jurado en el prestigioso DOCNYC, el festival de documentales más grande de Estados Unidos. En palabras del jurado, la obra es un “poderoso tributo” a la resiliencia de los Uru y una ventana hacia la urgente crisis global del cambio climático y la explotación ambiental.

El lago Poopó, el segundo más grande de Bolivia, se extendía a lo largo de una superficie equivalente a siete veces la ciudad de La Paz. Durante siglos, sus aguas proporcionaron sustento y una identidad única a la comunidad Uru. Sin embargo, en las últimas décadas, una combinación letal de factores selló su destino: la sequía exacerbada por el cambio climático, la contaminación causada por la minería y el desvío de aguas para actividades agrícolas e industriales.

Zilberman, que tiene apenas 24 años, combina sus estudios en Diseño Integral en la Universidad Torcuato Di Tella con su trabajo como fotógrafo y filmmaker, que lleva adelante desde que tenía 14. Sobre esta experiencia, señala: “El nivel del lago fue decreciendo con los años, pero no se secó del todo. Con las temporadas de lluvia, volvía. Pero el problema fue que en los últimos años, debido a la contaminación con la minería, cuando se volvía a llenar estaba todo contaminado, ya no era una fuente de vida. Entonces, en los últimos 50 años, los urus se fueron ‘cayendo al seco’, como dicen ellos. La sequía se hizo cada vez más fuerte con el cambio climático y la diversificación de aguas para la minería y la ganadería. Se secaba, se volvía a llenar un poquito pero sin ninguna vida. Hasta que en 2016 se secó. Y no volvió a llenarse. Y hasta hoy en día sigue de esta manera, excepto en las temporadas de lluvias, cuando hay un pequeño cuerpo de agua, pero que no es ni ahí lo que estaban acostumbrados. Para que te des una idea, la autoridad máxima de la comunidad, que ahora tiene 45 años, cuando era chiquito jugaba en el lago y salía a navegar”.

Hoy, de las 80 familias que antes habitaban Puñaca Tinta Maria, uno de los tres pueblos Uru de sus orillas, solo permanecen siete personas permanecen. Los demás han migrado forzosamente hacia áreas mineras, donde enfrentan condiciones precarias y la amarga ironía de trabajar para las mismas industrias responsables de la devastación de su hogar.

Para Zilberman, “Qotzuñi: Gente del Lago” comenzó como una simple búsqueda de historias que conectaran problemáticas sociales y ambientales. Su interés por las comunidades indígenas y los problemas climáticos no es nuevo. Desde joven trabajó documentando desastres humanitarios. Sin embargo, lo que encontró en el altiplano boliviano fue mucho más allá de sus expectativas iniciales. Un contacto fortuito lo llevó al lago Poopó: “El año pasado emprendí un viaje a Bolivia buscando historias por mi cuenta. Había trabajado antes con comunidades indígenas en Argentina, asistiendo en crisis como las sequías en Chaco y los incendios en el sur. Entonces, un amigo me comentó que su hermano estaba haciendo su tesis sobre una comunidad indígena que vive en las orillas del lago Poopó, que ya no existía. Eso me llamó la atención al instante.” Fue entonces cuando contactó a Michael Salama, quien estaba estudiando Historia y Ciencias Ambientales en la Universidad de Princeton y sería su codirector en el proyecto.

Zilberman llegó al altiplano con la intención de quedarse un par de días y tomar algunas fotografías para ayudar a la tesis de Salama. Una vez allí, dice, “esto fue creciendo paso a paso, porque al principio era solo un videíto, algo pequeño que yo mismo iba a editar, pero una vez ahí, nos dimos cuenta de que esta historia daba para mucho más que un par de fotos. Decidimos quedarnos más de una semana, convivir con la comunidad y empezar a retratar su realidad. Terminó siendo un cortometraje documental que ahora estamos distribuyendo internacionalmente.”

La relación con los Uru del lago Poopó no fue inmediata, sino el resultado de un acercamiento respetuoso y paciente. “Nosotros fuimos como dos jóvenes con iniciativa, y antes de llegar tuvimos una reunión con las autoridades locales para explicar lo que queríamos hacer. Les dijimos que no podíamos traer soluciones infraestructurales de gran escala, pero que podíamos contar su historia al mundo.”

La respuesta de la comunidad fue hospitalaria: “Nos recibieron muy bien. Comimos con ellos, dormimos en sus casas y compartimos su vida cotidiana. Nos llevaron de acá para allá para que pudiéramos documentar su historia. Eso fue clave para poder retratar lo que estaban atravesando. Los Uru son un grupo que siempre ha vivido al margen, incluso en Bolivia, un país con muchas políticas hacia las comunidades indígenas, pero con recursos limitados, y estas comunidades terminan siendo las más vulnerables.”

Uno de los aspectos que más impactó a Zilberman fue la relación simbólica y material de los Uru con el lago Poopó. “Para ellos, el lago no era solo su fuente de trabajo; era su identidad.” Zilberman y Salama documentaron cómo la desaparición del lago afectó tanto las tradiciones como los medios de subsistencia de los Uru. “Ellos vivían en islas flotantes, pasaban semanas en sus botes, cazaban y pescaban. Ahora tienen que dedicarse a cosas que nunca habían hecho antes, como las artesanías, porque ya no tienen el sustento que el lago les daba.” Además, muchos han sido forzados a migrar, trabajando en condiciones precarias en las minas cercanas, las mismas industrias responsables de la contaminación que secó el lago.

La desaparición del lago Poopó no es solo una pérdida para los Uru, sino un ejemplo de cómo la crisis climática y la explotación ambiental afectan a las comunidades más vulnerables. “Es muy fuerte ver a un abuelo que toda su vida navegó en el lago y a un niño que nunca conoció el agua en el mismo lugar. Esto no es algo de hace siglos; es algo que está pasando ahora, frente a nuestros ojos.”

La tragedia del Poopó no es un caso aislado. Según la NASA, entre 2015 y 2023, la superficie de agua dulce en el planeta disminuyó en 1.200 kilómetros cúbicos, una cifra alarmante. A nivel mundial, los lagos y ríos se enfrentan a amenazas similares por la combinación de crisis climática, sobreexplotación y contaminación. Zilberman destaca que lo ocurrido con los Uru es un ejemplo de lo que enfrentan muchas comunidades indígenas. “Esto está sucediendo en todo el mundo: en el sudeste asiático, en África, en otros lagos de Sudamérica. Los Urus son un ejemplo de muchas comunidades que están sufriendo las consecuencias del cambio climático y del modelo extractivista que tenemos hoy.”

Más allá del éxito del cortometraje, Zilberman y Salama han mantenido un compromiso con los Uru. “Algo muy importante es que nosotros no hicimos esta historia y nos fuimos. Seguimos en contacto con la comunidad, y a partir de los fondos recaudados por el cortometraje estamos impulsando una huerta comunitaria en Puñaca, como una forma de darles una fuente de sustentabilidad.”

El cineasta también ve la distribución del documental como una forma de cumplir una promesa con los Uru: “Desde el principio les dijimos que queríamos llevar su historia al mundo, para que más personas sepan quiénes son y lo que están enfrentando. Y ahora que este proyecto está viajando a festivales y llegando a distintos públicos, sentimos que estamos cumpliendo con ese compromiso.”

El logro de “Qotzuñi” en el festival DOC NYC 2023, convirtió al corto en un “Oscar Qualifier”, es decir, lo hace elegible para competir en los Oscars 2026 en la categoría de Mejor Cortometraje Documental.

Sobre este reconocimiento, Zilberman comenta: “Cuando aplicamos al festival, no imaginábamos que llegaríamos tan lejos. DOC NYC es un evento enorme, donde participan los mejores realizadores de documentales del mundo. Ya estar nominados fue una gran sorpresa, y ganar el premio fue algo surreal. Nos lo dijeron al despedirnos del festival, y recuerdo sentir una mezcla de alegría y responsabilidad. Ahora estamos preparando la candidatura para los Oscars, algo que nunca pensamos cuando empezamos este proyecto. Es un proceso muy riguroso, pero estamos emocionados. Más allá de si llegamos a la ceremonia, el simple hecho de que la historia de los Uru pueda llegar a un público más amplio ya es una victoria.”

Antes de su participación en DOC NYC, “Qotzuñi” fue presentado en el festival NaturVision, un evento ambiental realizado en Ludwigsburg, Alemania, donde obtuvo el premio al Mejor Cortometraje. Este reconocimiento marcó el inicio del recorrido internacional del documental, que continúa proyectándose en festivales especializados en medioambiente, derechos humanos y cultura indígena. Zilberman subraya la importancia de estos festivales: “Estos espacios no solo nos permiten mostrar el cortometraje, sino que también son oportunidades para conectarnos con otras personas que trabajan en las mismas problemáticas. En Ludwigsburg, por ejemplo, tuvimos la posibilidad de hablar con expertos ambientales y activistas, lo que nos ayudó a comprender que esta historia trasciende Bolivia. Es un reflejo de lo que está pasando en muchas comunidades alrededor del mundo.”

Además del cortometraje, las fotografías que Zilberman tomó mientras rodaba “Qotzuñi” llevaron la historia de los Uru a la selección de los Sony World Photography Awards que tuvo lugar en abril de 2023 en Londres. Sobre esta experiencia, Zilberman reflexiona: “La fotografía es un medio muy poderoso para contar historias. La imagen de los hombres del lago caminando sobre el salar vacío habla por sí sola, y estoy agradecido de que haya sido expuesta en un evento tan importante.”

Eso hizo posible que en marzo de 2025, la serie fotográfica formará parte de la exposición Vogue Panorama Latinoamericano en Milán, programada para marzo de 2025.

Este cortometraje, señala el director, fue su primer proyecto de iniciativa propia: “Decidí agarrar la cámara y buscar una historia que valiera la pena contar. Nunca imaginé que llegaría tan lejos. Esto me impulsa a seguir trabajando en historias que puedan generar conciencia y empatía.”

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