El juego, tiene 140 metros de recorridos y en su parte más alta, alcanza los 7 metros de altura. Consta de dos carritos (uno para dos personas y otro individual), que soportan hasta 150 kilos de peso y puede ser aprovechada tanto por infancias como por adolescentes, siempre respetando las medidas de seguridad.
“Lo primero que hice fueron los carros para los pasajeros y las curvas, para ver cómo se portaba. Fuimos probando con bolsas (en lugar de pasajeros) los pesajes. Y lo más complicado de todo fue doblar los caños (que hacen las veces de rieles)”, contó.
Todo, fue pensando y armado por Curia, desde el primero al último de los detalles. Los materiales, son los que se encuentran en su lugar de trabajo, como conductos de cereales y norias, elementos usados en el agro. Aclaró que la instaló entre plantas, para que la sensación de subirse “sea otra” y se “disfrute más” durante todo el trayecto.
En cuanto mantenimiento, es necesario la revisación periódica de rulemanes (20 por carro) y supervisar el correcto engrase de las cadenas. “En el barrio, los chicos ya me conocen y saben que tenemos el juego en el patio. Nunca vienen solos ni entran sin permiso. Se juntan en grupo, golpean y preguntan. Siempre que puedo los atiendo y les permito que disfruten, nunca es un problema eso”, valoró.