IVANA VALENTE SE CANSÓ DE LOS INSULTOS Y ELIGIÓ CUIDAR SU SALUD FÍSICA Y MENTAL
Ivana Valente tiene 31 años, es oriunda de Concepción del Uruguay, entrena desde los 12. Desde el 2019 integra al equipo de fútbol femenino del club Independiente de Gualeguaychú. Trabaja en una estación de servicio y ama los deportes. Hace un par de domingos, mientras jugaba una nueva fecha de un torneo provincial de fútbol femenino, decidió retirarse. Cansada de recibir permanentemente violencia verbal de quienes asisten a la cancha, harta de escuchar insultos que depositan el odio de quienes no admiten la diversidad de los cuerpos. La arquera del Rojo pidió disculpas a sus compañeras –cómo si fuera ella la que tuviera que pedir disculpas por algo– y colgó los botines.
Ivana está triste. No quiere dejar de jugar, pero tampoco quiere ser la receptora del odio de quienes van a la cancha a dejar allí sus miserias. Porque no se trata ni de fobia ni de miedo a un cuerpo: es odio. “Amo los deportes. Hago fútbol, básquet, hockey, en otro momento también handball. Siempre en el arco, siempre me gustó atajar”, contó a LA NACION.
Y, rápidamente, aclara: “Ojo, me gusta atajar, pero también me daba cuenta de que, a medida que iba aumentando de peso, ‘me era favorable’ quedarme en el arco, pero tuve que dejar de jugar básquet por ejemplo, porque mi cuerpo ya no me lo permitía”. Ivana llegó a pesar 153 kilos.
“Hoy puedo decir que reconozco un vínculo muy especial con mi cuerpo. Me realicé una operación bariátrica en septiembre pasado. A raíz de esa decisión puse un alto y empecé a preocuparme por mi salud. Estoy en tratamiento para hacerle frente a la enfermedad, hoy soy consciente de que estoy enferma. No es fácil lidiar con este tipo de obesidad. No fue fácil llegar hasta acá, desde que comencé con este tratamiento en junio del 2020, bajé 60 kilos”, explicó Ivana.
“Mi equipo siempre me apoyó en todas las decisiones que tomé. Cuando el cuerpo no me daba más, entendieron la situación, comprendieron que iba a ser un proceso largo, que era un tratamiento que me iba a ayudar a seguir jugando. Hoy dejo por los gritos de la gente de afuera, la que va a la cancha no sé para qué. Tomo esta triste decisión porque escuchar esos insultos me afecta mucho, y el camino que emprendí para estar mejor se basa en cuidar mucho el aspecto psicológico. Ver los cambios en mi cuerpo, verme en fotos, todo es muy fuerte. Recibir toda esa violencia me afecta. La transformación es grande, aunque todavía falta. Pero recibir insultos nuevamente sobre mi cuerpo, sobre mi peso, fue un cachetazo, pensé que después de haberme sacado una persona de encima –porque ya perdí 60 kilos en este tiempo– iba a frenar los gritos, pero no fue así”, lamentó.
“La decisión de la operación fue difícil, pero el médico que me atendió fue claro en lo que me dijo. Tuve miedo, pero no dudé. Tenía que cambiar el rumbo dejando de lado las pastillas y todas esas locuras que se hacen para perder peso. Yo lo sufro hace muchos años porque esta situación me acompaña desde que soy chica”, agregó Ivana.
“Hasta ese domingo disfruté del fútbol, pero hoy me siento triste y amargada por esta situación, por haber tenido que dejar de jugar, aunque considero que no me queda otra mientras las cosas sean así. Es muy importante el aspecto psicológico, estar fuerte, segura para atravesar este proceso. El cambio es muy grande. Pasé de 153 kilos a los 90 que peso hoy. Por eso utilizo mis redes sociales para ir contando el recorrido de esto, porque contar el paso a paso, y ver las fotos me ayuda a comprender la dimensión de este cambio, para creerlo, para saber que pude y puedo”, remarcó.
Pero la violencia verbal viene desde hace años: “Siempre la sufrí y hacía como que no pasaba nada. Pero lo que ocurrió el otro fin de semana en la cancha de la Liga Departamental de Gualeguaychú fue el final de esto para mí. Todavía no había comenzado el partido, pero sí los gritos e insultos sobre mi cuerpo. El típico ‘tirale al arco que está la gorda y no se puede mover’, entre otras cosas. Eso durante el calentamiento, cuando cambiamos de arco por el sorteo. Durante el partido lo mismo, los insultos, la violencia. Antes lo acepté, pero ya no puedo hacerlo. Entonces, cuando tuve que ir a jugar a Concordia la siguiente fecha, no quería hacerlo porque sabía que me iba a enfrentar otra vez a todo eso y ya no puedo recibir esa violencia. El esfuerzo es muy grande, ya no soy la misma: volví a nacer, me saqué literalmente una persona de encima. Siempre tuve que usar otra camiseta o hacerme equipos más grandes para poder jugar. Hoy soy otra”.
“Después del partido en Concordia, en el que la gente me volvió a gritar, dije basta de manera definitiva. Miro las fotos de ese día y no soy yo. Tengo cara triste, enojada, porque sabía que iba a volver a pasar. Esto duele mucho. Me operé por mi salud, pero también para poder jugar bien, pero así no puedo hacerlo”, reiteró.
A la vez, Valente señaló que sus “compañeras también sufren este tipo de situaciones. Ni hablar de la violencia física, porque muchas veces da miedo ir a jugar. En la fecha que jugamos en Concepción del Uruguay una persona saltó el tejido y quiso golpear a nuestro técnico, una jugadora golpeó a una compañera de mi equipo, y los árbitros ahí están, con miedo también, sin poner un freno a todo esto. Nos dicen que tampoco pueden hacer nada ante la violencia verbal. El fútbol no se puede convertir en esto”.
La publicación de la jugadora en sus redes sociales se volvió viral, y no tardaron en llegar las manifestaciones de solidaridad de instituciones y clubes de la Provincia.
Una muestra de ello fue la fotografía de la que formaron parte jugadoras de diferentes clubes que participan de la Copa de la Liga Departamental Gualeguaychú, exhibiendo una bandera con la inscripción “Por un fútbol sin violencias”. Ocurrió en uno de los entretiempos de los partidos que jugaron los equipos Atlético Sur vs. Camioneros e Independiente vs. Central Larroque, en la cancha de Unión del Suburbio ubicada en Etchevehere y Ayacucho. Pero el camino será largo.
Consultado por LN el titular de la Liga Departamental de Fútbol de Gualeguaychú –Emiliano Zapata- explicó: “Los árbitros tienen autoridad para intervenir en este tipo de situaciones, cuando los espectadores agreden a los jugadores. Esto no solo tiene que ver con tener perspectiva de género en este tipo de categorías, sino también en categorías como la infanto-juvenil. Los árbitros tienen la posibilidad de parar el partido, de sacar a la persona que agrede del estadio con la Policía”. Pero esto no ocurrió.