La irrupción de la Inteligencia Artificial en la agenda global disparó el debate sobre el impacto en el mundo del trabajo.
La irrupción de la Inteligencia Artificial (IA) al primer plano de la agenda global disparó el debate sobre en qué medida esta tecnología implica un riesgo para la estabilidad de los empleos actuales, debido a la creciente capacidad de las computadoras para realizar actividades cada vez más complejas.
En principio, hay posiciones encontradas. Por un lado, hay quienes consideran que se trata de un paso más en la larga carrera de la innovación que distingue al capitalismo como forma de producción, en donde cada salto permite a las empresas que llevan la delantera ganar mercados y conseguir sobreganancias.
De manera que el ferrocarril, el motor de combustión interna, el teléfono, las tecnologías digitales o el desarrollo de Internet no difieren cualitativamente de estas nuevas apariciones. Hay empleos que se destruyen y otros que se crean, de acuerdo a sectores económicos que ganan o pierden.
Sin embargo, hay quienes atribuyen a la Inteligencia Artificial una potencialidad mucho más importante para modificar el rumbo de los mercados de trabajo. En esa línea está un reciente informe del World Economic Forum (WEF) basado en una encuesta realizada a 803 empresas que conjuntamente emplean a 11,3 millones de trabajadores en 27 sectores industriales de 45 países de todo el mundo.
La mirada de los big names
Las grandes multinacionales encuestadas por el informe dicen que en los próximos cinco años el 23 por ciento de los empleos a nivel global sufrirán cambios a raíz de la incorporación de las nuevas tecnologías en los procesos productivos.
De todas maneras, el propio WEF, en un informe anterior, había detallado que «si bien el 60 por ciento de los trabajos cuentan con algún elemento automatizable, solo el 5 por ciento está bajo amenaza de desaparición total en manos de la IA«.
De cualquier manera, el impacto no sería para nada uniforme a lo largo y ancho de las economías. Por ejemplo, la tasa de automatización –tareas de las que se ocupan las computadoras enteramente– subiría del 35 por ciento actual al 65 por ciento para 2027 en los segmentos de información y procesamiento de datos. En cambio, en las tareas vinculadas al razonamiento y la toma de decisiones, esa tasa sería del 35 por ciento.
La encuesta dice que las mayores oportunidades laborales en los próximos años estarán en sectores vinculados a los nuevos desarrollos tecnológicos, como especialistas en aprendizaje automático e inteligencia artificial, especialistas en sustentabilidad, analistas en negocios inteligencias y en seguridad informática. También crecerán los puestos asociados a las tecnologías de la transición energética, como ingenieros en energía renovable e instalaciones solares.
Asimismo, crecerían las necesidades de emplear personas en el sector de educación, agricultura y comercio digital. En particular, el sector educativo crecería su plantilla en un 10 por ciento y el del agro, en un 30 por ciento.
En cambio, los empleos con mayores probabilidades de reducir su peso específico son los roles administrativos, cajeros, empleados de servicio postal, seguridad «tradicional», «data entry», puestos en la línea de producción fabril y vendedores. Se perderían 26 millones de empleos para 2027 en manos de la IA, de acuerdo a la encuesta.
Apropiación y regulación
En paralelo a los debates alrededor del futuro del trabajo, también hay un capítulo asociado a la regulación de las nuevas tecnologías y su impacto en la desigualdad socio-económica.
El informe de UNCTAD sobre Tecnología e Innovación 2023 estima que el valor de mercado de las empresas vinculadas a los desarrollos tecnológicos de frontera –entre las cuales está la IA, junto al hidrógeno, impresión 3D, robótica, Big Data, blockchain e Internet de las cosas, pasaría de los 1,5 billones de dólares en 2020 a unos 9,5 billones en 2030.
Pero además del gran beneficio que obtienen las empresas que desarrollan estas tecnologías, también juega la geopolítica: Estados Unidos y China dominan el 30 por ciento de las publicaciones académicas vinculadas a estos temas y el 70 por ciento de las patentes.
La capacidad de los países en desarrollo para tener incidencia en la producción de estas tecnologías depende en buena medida del poder de los Estados para generar espacios académicos y de investigación aplicada y coordinar acciones para apoyar al entramado productivo local.
Pero también el Estado tiene una función regulatoria relevante. En este punto se destaca la iniciativa que está estudiando la Unión Europea. Se trata de un nuevo marco jurídico que apunta a asegurar la calidad de los datos y su transparencia, la supervisión humana y la rendición de cuentas de las empresas de IA. También pretende abordar cuestiones éticas y los retos de aplicación en diversos sectores.
(Fuente: Página 12)