La banda regresa a los escenarios este sábado con la primera de siete fechas ya agotadas en el Estadio Único Diego Armando Maradona
El silencio duró demasiado. Quince años de ausencia, de canciones que quedaron flotando en la memoria y camisetas guardadas en el fondo del armario. Pero este sábado 14 de diciembre, Los Piojos vuelven. El Estadio Único Diego Armando Maradona de La Plata será el epicentro de un reencuentro que parecía imposible: la banda que marcó generaciones enteras vuelve a tocar en vivo, con la promesa de una noche que marcará el inicio de tantas y quedará grabada en la historia del rock nacional.
La noticia de su regreso explotó como una bomba entre los piojosos, ese grupo de fieles que nunca perdió la esperanza de volver a ver a Ciro y compañía sobre un escenario. “Estamos dejando todo en cada ensayo, repasando temas que hace mucho no tocábamos”, declararon los músicos a través de sus redes sociales. Algunos videos que se filtraron dejaron ver lo que muchos sospechaban: la lista incluirá clásicos como “Verano del ‘92″, “María y José” y “El Farolito”, himnos que sonarán como si el tiempo nunca hubiera pasado. Pero también habrá lugar para sorpresas, un guiño especial para los que esperaron con paciencia durante más de una década.
Sin embargo, este regreso no está exento de cierta melancolía. Micky Rodríguez, el histórico bajista, no será parte del show. Su ausencia, aunque dolorosa, no parece opacar la energía que los demás integrantes están desplegando. “La esencia de Los Piojos está intacta”, aseguran desde el entorno de la banda, como un mantra que busca tranquilizar a los seguidores. Y es que la banda siempre fue más que la suma de sus partes: fueron un fenómeno que trascendió lo musical para convertirse en una identidad compartida, un ritual que se grita con fuerza desde el corazón.
El Estadio Único Diego Armando Maradona en la ciudad de las diagonales será el escenario de esta celebración. Con una puesta en escena renovada, luces impactantes y una lista de invitados sorpresa, las puertas abrirán a las 17 y a las 21 está pautado el comienzo del show, en lo que prometen ser siete noches inolvidables. Los de El Palomar repetirán el 15, 18, 21 y 22 de diciembre y 25 y 26 de enero del año próximo. Hasta el momento, son los únicos shows confirmados, a los que le suma la presencia en los festivales Cosquín Rock en febrero y Quilmes Rock en abril.
El pronóstico para el primero de la saga no podría ser mejor: una noche despejada, con temperaturas que oscilarán entre los 18 y los 27 grados. Ideal para un show al aire libre donde las emociones estarán a flor de piel. Para quienes viajen desde otros puntos del país, la logística está garantizada con estacionamientos oficiales, servicios de micros especiales y transporte público reforzado.
Desde Capital Federal, la mejor opción es la Autopista Buenos Aires-La Plata, que conecta en apenas 40 minutos. Los estacionamientos oficiales garantizarán tranquilidad a quienes viajan en auto, mientras que los servicios especiales de colectivos y la línea de tren Roca son alternativas seguras para la multitud que desembarcará en la ciudad.
Los piojosos lo saben: este regreso es un acto de amor, una reafirmación de un vínculo que nunca se rompió. Porque Los Piojos no son solo canciones; son recuerdos, anécdotas, abrazos en medio del pogo. Son las primeras noches de juventud, los viajes interminables para verlos tocar, el amor al primer acorde, como si el tiempo no hubiera pasado, como si nunca se hubieran ido.
Pero Los Piojos no siempre fueron la banda masiva que hoy agota entradas en cuestión de minutos. Su historia comenzó en los humildes escenarios de bares y teatros pequeños, donde se forjó esa mística única que los acompañaría a lo largo de toda su carrera. Los primeros shows ocurrieron en lugares como el Teatro Arlequines de San Telmo y el bar Graf Zeppelin de El Palomar, donde un puñado de espectadores veía a la banda tocar con una energía visceral, como si cada acorde pudiera salvar el mundo.
Por aquellos años, canciones como “Llévatelo” y “Ay, qué maravilla” comenzaron a asomar, pequeñas joyas que luego integrarían su discografía. Ciro Martínez ya demostraba su magnetismo sobre el escenario, con su voz rasposa y esa armónica que se volvió inseparable. Pero el camino no fue fácil: conseguir fechas y equipos era una odisea, y cada recital dependía más de la pasión que del reconocimiento. Poco a poco, el boca a boca hizo su trabajo. Los recitales se llenaban, el pogo se volvía más frenético y la banda comenzaba a conquistar corazones de una manera que ninguna otra podía igualar.
De bares pequeños saltaron al sótano Arpegios en San Telmo, que funcionó como base de operaciones previa al gran salto. Noches de sudor y guitarras eran épicas, casi religiosas, que derivaron inevitablemente en el desembarco en Obras, el ansiado Templo del Rock. Luego vino el salto a los estadios, una prueba irrefutable del fenómeno imparable en que se habían convertido. All Boys, Atlanta, Huracán, Vélez, Boca y River confirmaron lo evidente: Los Piojos eran la banda del pueblo. En un país convulsionado por crisis sociales y económicas, sus letras lograron retratar las emociones de una generación. “El Farolito”, “Tan Solo”, “Maradó” y “Todo pasa” no eran solo canciones; eran himnos que unían a miles de personas bajo una misma bandera.
La imagen de Ciro Martínez, con su armónica en alto, se convirtió en un símbolo del rock argentino. Los Piojos no eran solo una banda: eran la voz de los barrios, de las calles, de aquellos que encontraban en la música un refugio y una forma de resistencia.
Ahora, quince años después de su separación, regresan para reavivar esa llama, con fanáticos de todo el país, quienes organizan viajes, pintan banderas y desempolvan viejas remeras que guardan historias de otros tiempos.
“Por unas horas vamos a volver a tener 18 años”, escribió un fan en uno de los tantos grupos de WhatsApp que se armaron para organizar la previa. Es que este regreso no es solo un recital: es una fiesta. Familias enteras, padres e hijos, amigos de toda la vida. Los que estuvieron en los primeros shows y los que nacieron después de su separación. Todos juntos, cantando y festejando al unísono por la banda que les cambió la vida.