La madre de Ángeles Rawson, la adolescente de 16 años que en 2013 fue abusada, asesinada y arrojada a la basura en el barrio porteño de Palermo, aseguró a ocho años del caso que perder un hijo es como «un bucle en el tiempo» en el que «no hay luz al final del camino», mientras que el femicida Jorge Néstor Mangeri aún debe pasar otros 27 años encarcelado para dar por concluida su condena a prisión perpetua.
A diferencia del año pasado, donde aceptó hacer con Télam una entrevista vía Zoom en la que pidió que algún día Mangeri reconozca la autoría del crimen y le explique «qué fue lo que le pasó» aquel 10 de junio de 2013, este año Jimena Aduriz le dijo a esta agencia que no estaba de ánimo para una nota, aunque sí envió a Télam una serie de textos que publicó en las últimas semanas en su mural de Facebook, donde expone sus sentimientos ante lo que fue para ella la pérdida de Ángeles.
«Perder un hijo es un bucle en el tiempo. Como el día de la marmota. Todo se repite de la misma manera, con la misma intensidad, con la misma vigencia», escribió Aduriz.
«Lo que podemos hacer –continuó- es aprender ciertas habilidades para tratar de convivir lo mejor que podamos con esa sucesión de acontecimientos que sabemos que van a venir, de los cuales no podemos escapar y de los cuales no hay una luz al final del camino por lo menos en esta vida».
«Nos queda nuestra fe para quienes tenemos la fortuna de tenerla y el cariño de los que nos rodean tanto física como virtualmente… Para quienes no lo hayan pasado sólo sepan que es así y téngannos paciencia», pide la mamá de Ángeles.
«Vuelco mis sentimientos y emociones en este espacio porque, además de sentirlos, en algún momento alguien le puso palabras a esas emociones que siento desde que mataron a Mumi», explicó Aduriz en otro de los mensajes.
«Creo que no importa la forma en que haya partido, el dolor es el mismo. Es el proyecto trunco, el tener que sobrevivirlos, el no haberlos podido proteger, el hablar en condicional ‘si fuese, si estuviera…’, el ver a sus pares crecer, el temor a que se convierta en un fantasma para los demás y la contracara que todo lo lindo de la vida nos agudiza su ausencia», añadió.
Aduriz explicó a Télam que el jueves, al cumplirse el octavo aniversario del crimen de Ángeles, no va a haber «ningún acto» porque las restricciones y las precauciones a tomar por el coronavirus le impiden hacer lo que solía hacer todos los años, que era una misa y un encuentro con los seres queridos de Ángeles.
En cuanto a la causa, el caso está cerrado con una condena a prisión perpetua para Mangeri (53) confirmada hasta por la Corte Suprema de Justicia de la Nación que, de acuerdo al cómputo de la pena, recién se dará por agotada en 2048 cuando, a los 80 años, el exportero cumpla 35 encarcelado.
La única posibilidad que tiene Mangeri para salir antes del Complejo Penitenciario Federal I de Ezeiza, es que cuando en 2038 cumpla 70 años, pida a partir de ese año el cumplimiento de la última década de su condena en prisión domiciliaria.
Ángeles «Mumi» Rawson fue asesinada el 10 de junio de 2013 en su edificio del barrio porteño de Palermo y su cadáver apareció al día siguiente en la planta de tratamiento de residuos de la Ceamse en la localidad bonaerense de José León Suárez, en uno de los femicidios con mayor repercusión de la historia criminal argentina.
Según la investigación, aquel día, a las 9.50 –horario en el que quedó grabada por una cámara de la cuadra-, Ángeles (16) regresaba de su clase de gimnasia, llegó al edificio de Ravignani 2360, en Palermo, pero no entró a su departamento de la PB «A» porque se topó en el hall con Mangeri.
Para la Justicia, con algún engaño, el portero llevó a Ángeles a un sitio del edificio -para la fiscalía fue el sótano y para la querella la portería del octavo piso-, y allí inició un ataque sexual no consumado que, por la resistencia de la víctima, terminó en el homicidio.
Una junta médica concluyó que Ángeles murió estrangulada y sofocada en no más de cinco minutos y que su asesino le fracturó además cinco costillas, la clavícula derecha y una vértebra.
Si bien la chica no llegó a ser violada, la víctima tenía en una de sus rodillas, en la ingle y en la cara interna de los muslos, lesiones paragenitales que probaron que Ángeles padeció un abuso.
Según la sentencia, Mangeri ató y acondicionó el cadáver de la adolescente dentro de bolsas de residuos para luego desecharlo en algún contenedor de basura, razón por la que al día siguiente fue hallado en la Ceamse de José León Suárez.
Si bien al inicio se sospechó de algún asesino que la interceptó en la calle, luego de la aparición del video que probaba que había llegado a la casa, la mira se posó sobre el entorno familiar de la víctima, en especial, sobre su padrastro, Sergio Opatowski.
Todo cambió la noche del viernes 14 de junio, cuando Mangeri fue llevado a la fiscalía para una declaración testimonial de rutina pero allí se autoincriminó cuando le dijo a la fiscal María Paula Asaro: «Soy el responsable de lo de Ravignani 2360».
Esa confesión no tuvo valor legal, pero la evidencia clave contra Mangeri fue el cotejo de ADN que determinó que debajo de la uña del dedo índice de la mano derecha de Ángeles se halló el perfil genético del portero, lo que probó que la chica rasguñó a su asesino en un intento de defensa.
Además, el encargado tenía 34 lesiones de las cuales más de 20 eran arañazos que habían sido enmascarados con quemaduras.
El 15 de julio de 2015, el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 9 condenó a Mangeri a prisión perpetua como autor de los delitos de «femicidio en concurso ideal con abuso sexual y homicidio agravado criminis causae», fallo confirmado en 2017 por la Cámara Nacional de Casación Penal y en 2018 por la Corte Suprema.